Jim Yong Kim es presidente del Grupo Banco Mundial.
El
presente artículo es una adaptación de un discurso que pronunció
recientemente en la
Universidad de Georgetown en la ciudad de
Washington.
Dentro de una semana, los responsables de las políticas económicas de
todo el mundo se encontrarán en la ciudad de Washington para las
Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional. Como ha ocurrido en los últimos cinco años, se hablará
mucho de crisis económica y estrategias para restablecer la confianza,
impulsar el crecimiento y crear empleo. Existen crecientes pruebas de
que avanzamos en la dirección correcta, pero este esfuerzo aún requiere
mucho más trabajo.
En las últimas décadas, el mundo ha logrado avances impresionantes en la
lucha contra la pobreza, un hecho que demasiado a menudo se pierde
entre los titulares de las crisis inmediatas. Gracias a la fortaleza de
un sólido crecimiento del sector privado, respaldado por una mejor
gestión pública económica, hoy en día la pobreza extrema está en
retirada en todo el mundo en desarrollo. En 1990, el 43 por ciento de
sus habitantes vivía con menos de 1,25 dólares por día. El Banco Mundial
estima que para 2010 esta cifra se redujo al 21 por ciento. El primer
objetivo de desarrollo del milenio (ODM) —reducir a la mitad la pobreza
extrema— se alcanzó cinco años antes de lo previsto.
Los ODM son los siguientes:
En el futuro, si bien no podemos dar por un hecho un alto
crecimiento, se dan las condiciones necesarias para que estos buenos
resultados continúen. De hecho, si se combinan los éxitos de décadas
pasadas con perspectivas económicas globales cada vez más propicias para
dar a los países en desarrollo una oportunidad —la primera que jamás
hayan tenido— de poner fin a la pobreza extrema en el curso de una sola
generación.
Nuestro deber colectivo, ahora, es hacer que a esas
circunstancias favorables se aúnen decisiones deliberadas que logren
convertir en realidad esta extraordinaria oportunidad.
El mundo puede terminar con la pobreza extrema antes del final de
2030. Este ambicioso objetivo, pero factible, debe aportar unidad,
sentido de urgencia y energía a nuestros esfuerzos colectivos.
¿Tú qué haces para conseguirlo?